Carrera de camas, al aire de su vuelo

Esta segunda edición de la 'Carrera de Camas' celebrada en Astorga ha contado con poca participación, si consideramos que tres es poco. Se habían apuntado seis, pero a la salida solo se presentaron tres. Puede ser que el rodaje hasta la Catedral acabara con la endeblez de los artefactos, pues no en vano las camas se han hecho para el descanso, no para el ajetreo febril de las carreras.

Para conducir un vehículo se nos obliga a realizar unas prácticas que luego tendrán que pasar por examen. Parecía un tanto aventurado pensar que una cama, repito, objeto dedicado para otro uso, fuera fácil de conducir. Es verdad que al no ser de tracción motora, al basarse en el empuje humano no parecía tener mayor dificultad.

No sabemos si los antiguos astures disponían de alguna estructura rectangular similar a la cama para dormir. Si sabemos que los persas usaban camas hechas de pieles de cabra llenas de agua. Los romanos, de cuya cultura claramente bebemos los de Astorga, disponían del triclinium, estructura de madera que se usaba para descansar y festejar. Como colchón, el 'fulcrum', sacos llenos de heno y lana o plumas de pájaros. Algo del espíritu de vuelo venía ya.

De las camas rodantes no teníamos noticia a lo largo de la historia, unas camas convertidas en signo de la competitividad, de la innovación, del nuevo viraje dado por el arte para hacernos conscientes de otros usos no pautados. De pronto la cama  es el velero, no el duermevela, sino ya para siempre la hiperactividad de llegar a una meta y cuyo fin es llegar los primeros. Hubo otros tres vehículos dormitivos que se quedaron atrás, que no llegaron ni a la salida. Son los desheredados de la sociedad de la competencia, los más pobres.

La carrera fue contrareloj, contra el tiempo, salieron con cinco minutos de separación. Las tres llegaron a su destino, los durmientes no habían pegado ojo en todo el trayecto desde el atrio de la Catedral hasta el final de la cuesta del Postigo. Llegaron sudorosos, con los camisones humedecidos, el cargador de las pistolas vaciado, los cascos adheridos al pelo. Sin ningún incidente que destacar según informes de la Cruz Roja.