Esteban Carro Celada
Domingo, 02 de Febrero de 2014
Arriería Maragata: Empresa de Diligencias del Poniente de España (2)
Podemos tratar de reconstruir las cosas que fueron necesarias para poner en marcha las diferentes administraciones. Conocemos un primer emplazamiento. Tratemos de saber ahora curiosamente algunos de sus moblajes. En principio, en el mes de agosto de 1851 se habían comprado tres carruajes para la línea de Madrid a La Coruña, por un precio de 43.000 reales. Otros tres carruajes de menor capacidad para la línea de León, una góndola por 6.712 reales y otro carruaje, que hacía el servicio de León a Oviedo, y viceversa.
En la administración de Madrid se instaló mostrador, que hiciese las veces de despacho y recogida de bultos. Existía una báscula. Se adquirió una escalera con la que cargar los equipajes en la baca del coche, así como un alfabeto de latón para dar avisos. Y doce sillas, unas para los empleados y la mayor parte para los viajeros que hubieran de esperar.
La Administración de Diligencias del Poniente de Valladolid, en sus comienzos estaba montada sobre un mostrador divisorio, con una báscula para comprobar los excesos de peso, las doce sillas consabidas de Madrid, un estante para colocar objetos, la escalera que se adosaba a la diligencia, cinco reglas para medir y echar líneas impecables en los libros mayores, el tablero de colocar anuncios, una lámpara, un par de candeleros, una capuchina y espabiladeras con platillo, dos sillas altas, una verja que protegía los dos pares de puertas vidrieras que daban a la calle.
En León adquirieron una bomba y un cubo para lavar los coches. Las tarifas colocadas al público estaban enmarcadas con cristal. Había un sofá romántico, solo media docena de sillas, una mesa, tres rinconeras y la escalera para el transporte aéreo de los bultos. Un candelero, una escribanía.
En la administración de Astorga habían comprado un tablón para colocar la inscripción ‘Diligencias del Poniente’, asimismo enmarcan el cuadro con las tarifas, sillas y mesa de pino. Y desde luego ocho sacos para transportar cebada con la que alimentar a los tiros. En Villafranca del Bierzo estos sacos se han ampliado hasta diez. En Lugo, cuatro sillas, el tablón para la inscripción, una escribanía, la consabida escalera, un farol y una aceitera.
El final de etapa de Diligencias del Poniente se configuraba en La Coruña. Allí cuentan con dos sillas, dos asientos redondos y un banco con respaldo. Y hasta una mesa para cortar paja. No olvidemos que el tiro de La Coruña era de la propia compañía, no de ninguno de sus socios. Estaba al cuidado del propio administrador que disponía de un zagal. Pero el menaje era más amplio, porque aparte de la mesa de escritorio y de la banqueta correspondiente, de los cuadros para la colocación y exhibición de tarifas, de un banco con respaldo y de una banqueta forrada de encarnado, poseían lámpara, baldes y tinajas, toallas y cortinillas. Pero no hemos de terminar esto sin dar una novedad.
Ya en Madrid la Compañía de Diligencias del Poniente ha modernizado todo su moblaje. Y a principios de 1852 se han colocado puertas y vidrieras que han costado 550 reales. Se ha adquirido una rinconera. Y como la casa tiene gas se ha comprado un aparato y una farola. Se colocan cerraduras en los postigos de la puerta. Esto a pesar de que había guardia permanente en la administración madrileña. El tintero se ha escoltado con dos salvaderas, una palmatoria con un sello para la dirección. Para la limpieza disponen de cogedor, plumero y regadera. Se ha dividido con tablas la cueva. Y aparte de esto ha habido que desembolsar para costearse dos nuevas diligencias. Una realizada en los talleres de Vitoria con un costo de 13800 reales, se destina para el trayecto de León a La Coruña. Otro coche más caro, para el trayecto desde León a Madrid, se ha encargado a los talleres de José Villar de Valladolid. Todo esto ha costado su dinero y se reparten los 36.000 reales entre los diferentes tiros que cubren toda la carrera, a prorrata.
Pero hay un día en que a Roldán y a José González no les interesa continuar perteneciendo a la sociedad maragata. La empresa compra sus tiros y se pagan a cuenta de todos los socios, también prorrateando por el número de paradas que cubren sus caballerías. En cierto modo, cada vez adquiere un marcado matiz leonés. El 15 de abril la empresa puede repartir entre sus socios 25.847 reales. Lleva funcionando ocho meses tan solo ocho meses. Por eso su fuerza expansiva le llevará a absorber a otras compañías. Pero quizás antes de entrar en ello, será conveniente conocer otros pormenores de la primera etapa de Diligencias del Poniente.
El 30 de septiembre de 1851 cobraron los siete mayorales de Diligencias del Poniente más de cuatro mil reales. Unos en Madrid y otros en concepto de anticipo, por el camino. Conocemos sus nombres: Salvador Martínez, Jaime Riera, Miguel Hernaz, Quintín Ansotegui, Plácido Lesaca, Antonio González, Julián Gil.
Desde Madrid a Valladolid había varios portazgos. En el portazgo de Puerta de Hierro, la empresa tuvo que pagar, durante un mes, 800 reales; en el portazgo de Guadarrama, 720; en el de Almarza, 684,14 y en el de San Cristobal de la Vega, 825 reales de vellón. Cobraron también los delanteros de Diligencias del Poniente. La letra de analfabeto de Jesús García refiere la adquisición de cáñamo hilado para el atado de equipajes, mientras que B. de Cepeda firma un conforme de que Pedro Milla puede llevar, el 17 de agosto de 1851, una reata de reserva para el coche que ha de conducir Miguel Hernández como mayoral, quien se compromete a devolverla si no la necesita. La causa es que lleva unos estrinques de cuerda.
Empezamos a saber que los tan floreados membretes de las cartas, tanto los de cuartilla como los de holandesa fueron hechos en los litógrafos ‘Bresseno y Alonso’, Cava Alta, 44.
Diligencias del Poniente tiene que abrirse camino, entre otras empresas como la Gallega, que después desbancará. Por este motivo se publicita en periódicos madrileños, como el ‘Clamor Público’ de la calle del Príncipe, ‘La España’ y ‘La Nación’. El primero y el tercero los paga el administrador. El anuncio de ‘La España’ lo paga Don Santiago Alonso Cordero, ‘El Maragato’. Su inserción se realiza en los días impares de agosto, a partir del 15. La publicidad cuesta aquí 240 reales, por ocho inserciones que totalizan 141 líneas. En cambio las ocho inserciones de ‘El Clamor Público’ y ‘La España’ cuestan solo 64 reales.
En Valladolid, Don Plácido, director de la administración vallisoletana de Diligencias del Poniente, ha de pagar, en este mes de septiembre de 1851 por la habitación baja y los portales de la calle de Santiago a Pedro de Ochotorena, la renta de 217 reales. También se ha de pagar el tiro de cinco mulas y un caballo para la línea de La Coruña. Por un mes Don Plácido Francisco Quintana recibe, como comisión, 500 reales y sus mozos de oficina, 80 reales de sueldo al mes. La administración Vallisoletana se convierte en uno de los puntos neurálgicos de la ‘Compañía del Poniente de España’. Es porfiado Don Plácido y por ello se provee de excelentes materiales e instrumental de trabajo: Una resmilla de papel, tres mangos de plumas, y una brillante caja de plumillas de acero, que perfilan letra con exactitud de trazos duros y estrechos; un cuarterón de obleas. Es conveniente proveerse de una arroba de aceite cuando no de sebo para engrasar los ejes de las diligencias que llegan de Madrid, tras haber traspasado kilómetros de montañas. Se provee también de tres libras y cuarterón de cáñamo. Como los coches llegan de noche, hay que hacer la previsión, por que no se cumpla la parábola de las vírgenes necias, para lo cual se adquieren torcidas, dos tubos y una libra de velas. Las cartas no viajan en los coches de la Diligencia de Poniente. Lo han de hacer en las sillas de posta. ¿Qué menos que los 20 reales invertidos en el mes de septiembre de 1951?
De estos papeles se infiere que los zagales suelen ser de baja estofa y educación muy dudosa. No tiene la culpa Baldomero Lino Llamas, quien ruega a Don Plácido que firme por él para hacer constar que ha recibido 76 reales por conducir un coche de mulas sueltas a León. El tiro solía gastar una fanega de cebada, que eran 24 reales. Por lo menos podemos testificar que así ocurrió en Valladolid el 15 de agosto de 1851. Y también podemos comparar que gastaba más el tiro en cebada que el mayoral y dos zagales en el parador de Becilla. Tenemos noticia de nuevos portazgos que había de pagar la diligencia, el de Puente Mediana, cuyo recaudador era Julián Molinero. No tan caro como el de Mayorga, cuyo portazguero era Gervasio Barrio, 830 reales por un mes. El más barato era el portazgo del cabildo de Valladolid, 177,16 reales. También había que satisfacer el portazgo de Rioseco y de Boecillo. Eran paradas obligatorias ya que los recaudadores en sus garitas solían tener echadas las barreras. El pago solía ser mensual, pero en ocasiones era diario, especialmente cuando los zagales van de mulas sueltas.
Buenos tiros deben venderse por Valladolid y la tierra de campos, porque a nombre de la empresa se adquiere un tiro que es el que corre desde Montesalgueiro a Betanzos, y consta de cinco mulas, un caballo y un macho.
En la demarcación leonesa de la administración de Diligencias del Poniente de España encontramos nuevos detalles que nos confirman las peripecias de los viajes en el siglo XIX, y especialmente los de esta empresa maragata. En el mes de septiembre pasó por el portazgo de Alba la góndola de ‘Poniente’, veintiocho veces cargada y una de vacío. Por el pase cagado cobran 8 reales, por el de vacío, 4 reales y 6 maravedíes. En Riosequino otro control, y una especificación: llevaba seis mulas. En Villanueva de la Tercia nueva entrega al portazguero Juan Pardo.![[Img #7581]](upload/img/periodico/img_7581.jpg)
En león había empalme de los viajeros que seguían la ruta de Castilla desde Madrid. No ha de extrañar que la empresa de Diligencias del Poniente haya de pagar en el parador algunas facturas de los viajeros; así, Florián Rodríguez recibe 38 reales para cubrir los gastos de posada de los dos días que ha estado detenido por no haber coche. El problema podía ser el mismo para Oviedo que para La Coruña, puesto que inicialmente los coches seguían varias líneas; una que muere en León y dos que nacen ahí. Debió de ser por los desajustes propios de los comienzos, por lo que el seis de septiembre una familia de seis pasa una factura de 12 reales por seis chocolates, tres almuerzos, tres camas, una comida y hasta 2 reales de dos cafés. El día siete continúan los problemas: chocolates para los que quedaron para Madrid, 75 reales de siete cubiertos y medio.
También sabemos como se despejaron algunos viajeros que hubieron de irse a Oviedo en la ‘Navarra’. El posadero era Ramón Alonso Canseco que termina pasando no menos de diez facturas en el plazo de un mes, tanto de viajeros hacia Coruña, como hacia Madrid. Ninguno de ellos permanecía como es lógico más de dos días de espera, a cuenta de la empresa maragata.
Don Gabriel, el administrador, un maragato que conoció los mil y un caminos de la arriería de herradura y los de conducta de caudales se entiende ahora con el maestro latonero, quien le fabrica un farol para los trabajos de los coches y el servicio de los carreteros. Y cada pocos días tiene que poner vidrios a los coches nuevos y viejos, porque se entiende que el traqueteo de los caminos y los baches los destroza a cada momento.
Un día de estos, Don Gabriel recibe una carta de Astorga. En Astorga su sobrino Crespo está al frente de la administración de la Empresa Diligencias del Poniente. La carta dice así: “Por la rotura e imposibilidad de ir a León la góndola, van los viajeros en caballerías, ajustadas cada una a 20 reales las mayores y a 10 las menores, y el carro de los equipajes en 90 reales. Lo noticio a usted para que los pague a su recibo. Queda suyo su sobrino Crespo”. Juán González de Astorga puso las siete caballerías mayores y las cuatro menores. El carro que transportó los equipajes el 17 de septiembre pertenecía al astorgano Pedro del Campo.
Podemos tratar de reconstruir las cosas que fueron necesarias para poner en marcha las diferentes administraciones. Conocemos un primer emplazamiento. Tratemos de saber ahora curiosamente algunos de sus moblajes. En principio, en el mes de agosto de 1851 se habían comprado tres carruajes para la línea de Madrid a La Coruña, por un precio de 43.000 reales. Otros tres carruajes de menor capacidad para la línea de León, una góndola por 6.712 reales y otro carruaje, que hacía el servicio de León a Oviedo, y viceversa.
En la administración de Madrid se instaló mostrador, que hiciese las veces de despacho y recogida de bultos. Existía una báscula. Se adquirió una escalera con la que cargar los equipajes en la baca del coche, así como un alfabeto de latón para dar avisos. Y doce sillas, unas para los empleados y la mayor parte para los viajeros que hubieran de esperar.
![[Img #7575]](upload/img/periodico/img_7575.jpg)
La Administración de Diligencias del Poniente de Valladolid, en sus comienzos estaba montada sobre un mostrador divisorio, con una báscula para comprobar los excesos de peso, las doce sillas consabidas de Madrid, un estante para colocar objetos, la escalera que se adosaba a la diligencia, cinco reglas para medir y echar líneas impecables en los libros mayores, el tablero de colocar anuncios, una lámpara, un par de candeleros, una capuchina y espabiladeras con platillo, dos sillas altas, una verja que protegía los dos pares de puertas vidrieras que daban a la calle.
En León adquirieron una bomba y un cubo para lavar los coches. Las tarifas colocadas al público estaban enmarcadas con cristal. Había un sofá romántico, solo media docena de sillas, una mesa, tres rinconeras y la escalera para el transporte aéreo de los bultos. Un candelero, una escribanía.
En la administración de Astorga habían comprado un tablón para colocar la inscripción ‘Diligencias del Poniente’, asimismo enmarcan el cuadro con las tarifas, sillas y mesa de pino. Y desde luego ocho sacos para transportar cebada con la que alimentar a los tiros. En Villafranca del Bierzo estos sacos se han ampliado hasta diez. En Lugo, cuatro sillas, el tablón para la inscripción, una escribanía, la consabida escalera, un farol y una aceitera.
El final de etapa de Diligencias del Poniente se configuraba en La Coruña. Allí cuentan con dos sillas, dos asientos redondos y un banco con respaldo. Y hasta una mesa para cortar paja. No olvidemos que el tiro de La Coruña era de la propia compañía, no de ninguno de sus socios. Estaba al cuidado del propio administrador que disponía de un zagal. Pero el menaje era más amplio, porque aparte de la mesa de escritorio y de la banqueta correspondiente, de los cuadros para la colocación y exhibición de tarifas, de un banco con respaldo y de una banqueta forrada de encarnado, poseían lámpara, baldes y tinajas, toallas y cortinillas. Pero no hemos de terminar esto sin dar una novedad.
Ya en Madrid la Compañía de Diligencias del Poniente ha modernizado todo su moblaje. Y a principios de 1852 se han colocado puertas y vidrieras que han costado 550 reales. Se ha adquirido una rinconera. Y como la casa tiene gas se ha comprado un aparato y una farola. Se colocan cerraduras en los postigos de la puerta. Esto a pesar de que había guardia permanente en la administración madrileña. El tintero se ha escoltado con dos salvaderas, una palmatoria con un sello para la dirección. Para la limpieza disponen de cogedor, plumero y regadera. Se ha dividido con tablas la cueva. Y aparte de esto ha habido que desembolsar para costearse dos nuevas diligencias. Una realizada en los talleres de Vitoria con un costo de 13800 reales, se destina para el trayecto de León a La Coruña. Otro coche más caro, para el trayecto desde León a Madrid, se ha encargado a los talleres de José Villar de Valladolid. Todo esto ha costado su dinero y se reparten los 36.000 reales entre los diferentes tiros que cubren toda la carrera, a prorrata.
![[Img #7579]](upload/img/periodico/img_7579.jpg)
Pero hay un día en que a Roldán y a José González no les interesa continuar perteneciendo a la sociedad maragata. La empresa compra sus tiros y se pagan a cuenta de todos los socios, también prorrateando por el número de paradas que cubren sus caballerías. En cierto modo, cada vez adquiere un marcado matiz leonés. El 15 de abril la empresa puede repartir entre sus socios 25.847 reales. Lleva funcionando ocho meses tan solo ocho meses. Por eso su fuerza expansiva le llevará a absorber a otras compañías. Pero quizás antes de entrar en ello, será conveniente conocer otros pormenores de la primera etapa de Diligencias del Poniente.
El 30 de septiembre de 1851 cobraron los siete mayorales de Diligencias del Poniente más de cuatro mil reales. Unos en Madrid y otros en concepto de anticipo, por el camino. Conocemos sus nombres: Salvador Martínez, Jaime Riera, Miguel Hernaz, Quintín Ansotegui, Plácido Lesaca, Antonio González, Julián Gil.
Desde Madrid a Valladolid había varios portazgos. En el portazgo de Puerta de Hierro, la empresa tuvo que pagar, durante un mes, 800 reales; en el portazgo de Guadarrama, 720; en el de Almarza, 684,14 y en el de San Cristobal de la Vega, 825 reales de vellón. Cobraron también los delanteros de Diligencias del Poniente. La letra de analfabeto de Jesús García refiere la adquisición de cáñamo hilado para el atado de equipajes, mientras que B. de Cepeda firma un conforme de que Pedro Milla puede llevar, el 17 de agosto de 1851, una reata de reserva para el coche que ha de conducir Miguel Hernández como mayoral, quien se compromete a devolverla si no la necesita. La causa es que lleva unos estrinques de cuerda.
Empezamos a saber que los tan floreados membretes de las cartas, tanto los de cuartilla como los de holandesa fueron hechos en los litógrafos ‘Bresseno y Alonso’, Cava Alta, 44.
Diligencias del Poniente tiene que abrirse camino, entre otras empresas como la Gallega, que después desbancará. Por este motivo se publicita en periódicos madrileños, como el ‘Clamor Público’ de la calle del Príncipe, ‘La España’ y ‘La Nación’. El primero y el tercero los paga el administrador. El anuncio de ‘La España’ lo paga Don Santiago Alonso Cordero, ‘El Maragato’. Su inserción se realiza en los días impares de agosto, a partir del 15. La publicidad cuesta aquí 240 reales, por ocho inserciones que totalizan 141 líneas. En cambio las ocho inserciones de ‘El Clamor Público’ y ‘La España’ cuestan solo 64 reales.
![[Img #7580]](upload/img/periodico/img_7580.jpg)
En Valladolid, Don Plácido, director de la administración vallisoletana de Diligencias del Poniente, ha de pagar, en este mes de septiembre de 1851 por la habitación baja y los portales de la calle de Santiago a Pedro de Ochotorena, la renta de 217 reales. También se ha de pagar el tiro de cinco mulas y un caballo para la línea de La Coruña. Por un mes Don Plácido Francisco Quintana recibe, como comisión, 500 reales y sus mozos de oficina, 80 reales de sueldo al mes. La administración Vallisoletana se convierte en uno de los puntos neurálgicos de la ‘Compañía del Poniente de España’. Es porfiado Don Plácido y por ello se provee de excelentes materiales e instrumental de trabajo: Una resmilla de papel, tres mangos de plumas, y una brillante caja de plumillas de acero, que perfilan letra con exactitud de trazos duros y estrechos; un cuarterón de obleas. Es conveniente proveerse de una arroba de aceite cuando no de sebo para engrasar los ejes de las diligencias que llegan de Madrid, tras haber traspasado kilómetros de montañas. Se provee también de tres libras y cuarterón de cáñamo. Como los coches llegan de noche, hay que hacer la previsión, por que no se cumpla la parábola de las vírgenes necias, para lo cual se adquieren torcidas, dos tubos y una libra de velas. Las cartas no viajan en los coches de la Diligencia de Poniente. Lo han de hacer en las sillas de posta. ¿Qué menos que los 20 reales invertidos en el mes de septiembre de 1951?
De estos papeles se infiere que los zagales suelen ser de baja estofa y educación muy dudosa. No tiene la culpa Baldomero Lino Llamas, quien ruega a Don Plácido que firme por él para hacer constar que ha recibido 76 reales por conducir un coche de mulas sueltas a León. El tiro solía gastar una fanega de cebada, que eran 24 reales. Por lo menos podemos testificar que así ocurrió en Valladolid el 15 de agosto de 1851. Y también podemos comparar que gastaba más el tiro en cebada que el mayoral y dos zagales en el parador de Becilla. Tenemos noticia de nuevos portazgos que había de pagar la diligencia, el de Puente Mediana, cuyo recaudador era Julián Molinero. No tan caro como el de Mayorga, cuyo portazguero era Gervasio Barrio, 830 reales por un mes. El más barato era el portazgo del cabildo de Valladolid, 177,16 reales. También había que satisfacer el portazgo de Rioseco y de Boecillo. Eran paradas obligatorias ya que los recaudadores en sus garitas solían tener echadas las barreras. El pago solía ser mensual, pero en ocasiones era diario, especialmente cuando los zagales van de mulas sueltas.
Buenos tiros deben venderse por Valladolid y la tierra de campos, porque a nombre de la empresa se adquiere un tiro que es el que corre desde Montesalgueiro a Betanzos, y consta de cinco mulas, un caballo y un macho.
En la demarcación leonesa de la administración de Diligencias del Poniente de España encontramos nuevos detalles que nos confirman las peripecias de los viajes en el siglo XIX, y especialmente los de esta empresa maragata. En el mes de septiembre pasó por el portazgo de Alba la góndola de ‘Poniente’, veintiocho veces cargada y una de vacío. Por el pase cagado cobran 8 reales, por el de vacío, 4 reales y 6 maravedíes. En Riosequino otro control, y una especificación: llevaba seis mulas. En Villanueva de la Tercia nueva entrega al portazguero Juan Pardo.
![[Img #7581]](upload/img/periodico/img_7581.jpg)
En león había empalme de los viajeros que seguían la ruta de Castilla desde Madrid. No ha de extrañar que la empresa de Diligencias del Poniente haya de pagar en el parador algunas facturas de los viajeros; así, Florián Rodríguez recibe 38 reales para cubrir los gastos de posada de los dos días que ha estado detenido por no haber coche. El problema podía ser el mismo para Oviedo que para La Coruña, puesto que inicialmente los coches seguían varias líneas; una que muere en León y dos que nacen ahí. Debió de ser por los desajustes propios de los comienzos, por lo que el seis de septiembre una familia de seis pasa una factura de 12 reales por seis chocolates, tres almuerzos, tres camas, una comida y hasta 2 reales de dos cafés. El día siete continúan los problemas: chocolates para los que quedaron para Madrid, 75 reales de siete cubiertos y medio.
También sabemos como se despejaron algunos viajeros que hubieron de irse a Oviedo en la ‘Navarra’. El posadero era Ramón Alonso Canseco que termina pasando no menos de diez facturas en el plazo de un mes, tanto de viajeros hacia Coruña, como hacia Madrid. Ninguno de ellos permanecía como es lógico más de dos días de espera, a cuenta de la empresa maragata.
Don Gabriel, el administrador, un maragato que conoció los mil y un caminos de la arriería de herradura y los de conducta de caudales se entiende ahora con el maestro latonero, quien le fabrica un farol para los trabajos de los coches y el servicio de los carreteros. Y cada pocos días tiene que poner vidrios a los coches nuevos y viejos, porque se entiende que el traqueteo de los caminos y los baches los destroza a cada momento.
Un día de estos, Don Gabriel recibe una carta de Astorga. En Astorga su sobrino Crespo está al frente de la administración de la Empresa Diligencias del Poniente. La carta dice así: “Por la rotura e imposibilidad de ir a León la góndola, van los viajeros en caballerías, ajustadas cada una a 20 reales las mayores y a 10 las menores, y el carro de los equipajes en 90 reales. Lo noticio a usted para que los pague a su recibo. Queda suyo su sobrino Crespo”. Juán González de Astorga puso las siete caballerías mayores y las cuatro menores. El carro que transportó los equipajes el 17 de septiembre pertenecía al astorgano Pedro del Campo.