Concha Espina, su hijo preso, y Princesas del martirio
En respuesta a la concreta afirmación que Mercedes Unzeta Gullón, con quien me complace compartir de vez en cuando espacio en este apreciado medio digital, hace en la última entrega (“Las rendijas fabuladas de Lala Isla”) de su siempre interesante columna “Letras desde el molino”, en cuanto a “que no es cierto, que no hubo ningún hijo de Concha Espina preso”, toda vez que de mi persona se hace –también- “constante nombramiento en su libro” (Las rendijas de la desmemoria, de Lala Isla, recientemente publicado en la leonesa Ediciones del Lobo Sapiens), lo que –también- me da la misma “venia para hacer algunas consideraciones”, he de formular, exclusivamente, y de modo muy breve, las siguientes:
Una primera, recogida de una reciente aportación (que mucho agradezco) del amigo, paisano, y reconocido historiador Alejandro Valderas Alonso, responsable del Archivo de la Universidad de León, referida a algunas características del libro de Concha Espina Princesas del martirio, publicado en 1940 en su primera edición (selecta y reducida, seguida al año siguiente de una más extensa), que creo permite entender hasta dónde se puede esperar y otorgar credibilidad a lo que en dicha obra se expone, y que es esta:
Princesas del martirio es un libro (por el que recibía la Medalla de Oro de la Cruz Roja) escrito por una autora que ya había publicado anteriormente dos curiosas novelas en favor de las tropas franquistas: Retaguardia en 1937 y Las alas invencibles en 1938 (sombras en una trayectoria vital y en una producción literaria que había sido harto brillante). Por otra parte, la propia Concha Espina explica en el prólogo de su obra (previo a sus cinco capítulos, y que titula “Tragedia, fortuna y brindis como lema de este libro”) las fuentes utilizadas para la recopilación de los datos sobre los que, reconstruyendo la historia de las enfermeras astorganas, la elabora: "declaraciones sumariales de un Juzgado eventual castrense establecido en León (la Causa 1523/38 que condena a Genaro Arias); informaciones del Secretario de la Cruz Roja en la Asamblea astorgana; de un destacado falangista”; así como del conocido "General don Vicente Lafuente" (principal urdidor y ejecutor del golpe militar de julio de 1936 en León). Creo que no admita mucha duda el hecho de que dado el tiempo y el lugar en que se escribe, y con tales fuentes, la obra no pueda ser ni tomarse, ni aún pretendiéndolo en su hechura, por un modelo de objetividad, imparcialidad y rigurosidad histórica.
Se refiere la segunda consideración a lo que más me interesa ahora resaltar, la cuestión de si estuvo o no estuvo preso algún hijo de Concha Espina durante la guerra y/o la posguerra, a propósito de lo cual, y en honor a la que yo creo la verdad documentada, señalo lo que sigue:
Ya en mis dos libros anteriores, de los años 2010 y 2013 (a los cuales remito a posibles interesados en mayores concreciones) apuntaba yo a tal hecho en estos términos: “…según la novelista, autora de la obra (Princesas del martirio) presionada por los vencedores, que mantenían preso a uno de sus hijos al que amenazaban fusilar, o más bien necesitada de congraciarse con estos prestándoles sus servicios literarios de circunstancias para hacerse olvidar pasadas creaciones y actividades menos complacientes y más comprometidas”. Eran fuentes de aquellas mis afirmaciones Alonso Marchante, José Luís. Muerte en Somiedo. Una historia de la guerra civil en Asturias y León. Avilés. Ediciones Azucel. 2006, página 287, y Reguero, Víctor del. Laciana. República. Guerra. Represión. Villablino. Ediciones Piélago del Moro. 2011, página 232.
Actualmente, y al menos desde el año 2014, según la fuente que luego se indica (reconocido historiador de referencia para el estudio de las interioridades del régimen franquista desde su inicio y durante la propia guerra y la posguerra), se puede afirmar que el periodista Víctor de la Serna Espina (uno de los cinco hijos de Ramón de la Serna y de Concha Espina), falangista cercano a Manuel Hedilla Larrey, fue uno de los encausados (en el Sumario 1038/37 de Salamanca, Pieza separada) y encarcelados (él desde el 28 de mayo de 1937) por supuestamente oponerse a la decretada unificación de Falange Española de las JONS con la Comunión Tradicionalista el 19 de abril de 1937. Así lo recoge el aludido historiador, Joan María Thomàs, en su obra de 2014 El gran golpe: El “caso Hedilla” o cómo Franco se quedó con Falange, publicada en Barcelona, en Debate, la cual recomiendo a quien tenga interés en profundizar en el enredo, o en descubrir por qué me permito matizar líneas arriba lo de “supuestamente”.
En respuesta a la concreta afirmación que Mercedes Unzeta Gullón, con quien me complace compartir de vez en cuando espacio en este apreciado medio digital, hace en la última entrega (“Las rendijas fabuladas de Lala Isla”) de su siempre interesante columna “Letras desde el molino”, en cuanto a “que no es cierto, que no hubo ningún hijo de Concha Espina preso”, toda vez que de mi persona se hace –también- “constante nombramiento en su libro” (Las rendijas de la desmemoria, de Lala Isla, recientemente publicado en la leonesa Ediciones del Lobo Sapiens), lo que –también- me da la misma “venia para hacer algunas consideraciones”, he de formular, exclusivamente, y de modo muy breve, las siguientes:
Una primera, recogida de una reciente aportación (que mucho agradezco) del amigo, paisano, y reconocido historiador Alejandro Valderas Alonso, responsable del Archivo de la Universidad de León, referida a algunas características del libro de Concha Espina Princesas del martirio, publicado en 1940 en su primera edición (selecta y reducida, seguida al año siguiente de una más extensa), que creo permite entender hasta dónde se puede esperar y otorgar credibilidad a lo que en dicha obra se expone, y que es esta:
Princesas del martirio es un libro (por el que recibía la Medalla de Oro de la Cruz Roja) escrito por una autora que ya había publicado anteriormente dos curiosas novelas en favor de las tropas franquistas: Retaguardia en 1937 y Las alas invencibles en 1938 (sombras en una trayectoria vital y en una producción literaria que había sido harto brillante). Por otra parte, la propia Concha Espina explica en el prólogo de su obra (previo a sus cinco capítulos, y que titula “Tragedia, fortuna y brindis como lema de este libro”) las fuentes utilizadas para la recopilación de los datos sobre los que, reconstruyendo la historia de las enfermeras astorganas, la elabora: "declaraciones sumariales de un Juzgado eventual castrense establecido en León (la Causa 1523/38 que condena a Genaro Arias); informaciones del Secretario de la Cruz Roja en la Asamblea astorgana; de un destacado falangista”; así como del conocido "General don Vicente Lafuente" (principal urdidor y ejecutor del golpe militar de julio de 1936 en León). Creo que no admita mucha duda el hecho de que dado el tiempo y el lugar en que se escribe, y con tales fuentes, la obra no pueda ser ni tomarse, ni aún pretendiéndolo en su hechura, por un modelo de objetividad, imparcialidad y rigurosidad histórica.
Se refiere la segunda consideración a lo que más me interesa ahora resaltar, la cuestión de si estuvo o no estuvo preso algún hijo de Concha Espina durante la guerra y/o la posguerra, a propósito de lo cual, y en honor a la que yo creo la verdad documentada, señalo lo que sigue:
Ya en mis dos libros anteriores, de los años 2010 y 2013 (a los cuales remito a posibles interesados en mayores concreciones) apuntaba yo a tal hecho en estos términos: “…según la novelista, autora de la obra (Princesas del martirio) presionada por los vencedores, que mantenían preso a uno de sus hijos al que amenazaban fusilar, o más bien necesitada de congraciarse con estos prestándoles sus servicios literarios de circunstancias para hacerse olvidar pasadas creaciones y actividades menos complacientes y más comprometidas”. Eran fuentes de aquellas mis afirmaciones Alonso Marchante, José Luís. Muerte en Somiedo. Una historia de la guerra civil en Asturias y León. Avilés. Ediciones Azucel. 2006, página 287, y Reguero, Víctor del. Laciana. República. Guerra. Represión. Villablino. Ediciones Piélago del Moro. 2011, página 232.
Actualmente, y al menos desde el año 2014, según la fuente que luego se indica (reconocido historiador de referencia para el estudio de las interioridades del régimen franquista desde su inicio y durante la propia guerra y la posguerra), se puede afirmar que el periodista Víctor de la Serna Espina (uno de los cinco hijos de Ramón de la Serna y de Concha Espina), falangista cercano a Manuel Hedilla Larrey, fue uno de los encausados (en el Sumario 1038/37 de Salamanca, Pieza separada) y encarcelados (él desde el 28 de mayo de 1937) por supuestamente oponerse a la decretada unificación de Falange Española de las JONS con la Comunión Tradicionalista el 19 de abril de 1937. Así lo recoge el aludido historiador, Joan María Thomàs, en su obra de 2014 El gran golpe: El “caso Hedilla” o cómo Franco se quedó con Falange, publicada en Barcelona, en Debate, la cual recomiendo a quien tenga interés en profundizar en el enredo, o en descubrir por qué me permito matizar líneas arriba lo de “supuestamente”.






