¿Búsqueda de sentido?
Unos apuntes, a modo de respuesta al brillante artículo de Doña Mercedes Unzeta Gullón. “El sentido de la vida “
Bouddha en el sarvam dukkham, nos hace saber que: “Toda vida es dolor, el nacimiento es dolor, la vejez es dolor, la enfermedad es dolor, la muerte es dolor, la separación de las personas amadas es dolor, no poder obtener lo que se desea es dolor “
¿Visión pesimista y desesperanzadora de la vida? Sea, más todos y cada uno, en su interioridad experimenta en sus vivencias: indiferencia, angustia, sufrimiento, también serenidad, calma, felicidad. Ello depende de los días o las horas, depende del tiempo, de la época… Existen momentos en los que la toma de conciencia, es tan claramente consciente de no ser nada, que dejamos de sufrir. Son los días santificados de indiferencia. Luego, los días grises de otoño, tardes morosas, inviernos sin luz, a los cuales nos resignamos mal, pues creyendo ser alguien, nos enojamos por ser tan poco.Desesperanza, soledad: solo amamos nuestros sueños, solo somos amados en el adormecimiento de nuestras ilusiones.
Imperiosa realidad
Si corremos el espeso velo con el que cubrimos nuestras vidas, nos topamos inevitablemente con el muro existencial al que el ser humano se confronta, este infranqueable muro, inmediatamente nos desvela una gran aflicción; la consternación ante la existencia a la que todo sufrimiento humano finalmente nos destina, la realidad trágica de la vida, la muerte. Por ello, la mayoría de los humanos, intentamos no ver o mirar hacia otro lado y, para disimular esta verdad, instalamos una forma de filtros de olvido (Clément Rosset) esperando así, lograr ahorrarnos una representación lúcida, es decir, trágica y pesimista de la realidad.
De esta vibración del comportamiento humano, sobre todo ante el dolor, ante el sufrimiento, se desprenden conductas diversas, múltiples y variadas, aunque sus efectos sobre el psiquismo inciden en tres orientaciones: unos tratan de mirar para otro lado, no lo quieren ver, no lo aceptan o lo niegan. Otros se abaten, se degradan, se deprimen, se drogan, se suicidan. Mientras que otros, se enfrentan a él, le otorgan un sentido y parecen madurar interiormente.
Aplicando la filosofía de Espinoza sobre el determinismo, en una frase:“vivir, es desear vivir“ lo que también llamamos instinto de vida, o rechazo de la muerte, así, sin rodeos ni lirismo, se puede deducir que no es el sufrimiento en sí mismo el que madura o enturbia al hombre, es el hombre el que determina y da un sentido al sufrimiento, en su deseo de perdurar, de vivir.
Una existencia extraordinaria
De ser así, ello otorgaría razón a la gran lección que nos enseña Viktor Frankl ante sus vivencias de deportación en los campos de exterminio nazis: “El sufrimiento, en cierto modo, deja de ser sufrimiento cuando encuentra un sentido… “ (V. Frank. El hombre en busca de sentido)
El concepto frankliano de sentido de la vida no se sitúa tanto en el análisis intelectual de la existencia, sino más bien, en el plano del comportamiento; es algo cercano, concreto: es más “una cuestión de hecho que de fe “. Frankl, ante la espera de subir al camión y la certeza de una muerte cercana, ruega a su camarada Otto, custodiar su ultima voluntad:
“Escucha Otto, si no regreso a casa con mi mujer y tú la vuelves a ver, dile, en primer lugar, que hablábamos de ella todos los días…, en segundo lugar dile que la he amado más que a nadie en el mundo, recuérdalo y, en tercer lugar, que el breve tiempo de felicidad de nuestro matrimonio me ha compensado de todo, incluso del sufrimiento que aquí hemos tenido que soportar “.
¡Eso es el sentido para V. Frankl! Esa última voluntad perdería valor de autenticidad si se interpretara únicamente en clave emocional o sentimental. No, este sentido de la vida es más ordinario, más natural, amores, amistades, proyectos, obligaciones, ilusiones, nostalgias…, todo aquello capaz de ser utilizado como palanca para la acción concreta y cotidiana. Y son precisamente, esas acciones concretas y cotidianas las que completan el sentido de la vida, el día a día de una vida. “No hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o externas como el tener conocimiento de un deber especifico, de un sentido concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta que se encuentra“.
Frankl, analizando las excepcionalmente brutales condiciones de los prisioneros del campo de concentración, resalta la importancia psicológica de lo cotidiano, y lo ordinario. Pues el hombre se determina a sí mismo, no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia, en qué se convertirá en el próximo minuto. Paradójicamente, la experiencia de tanta atrocidad en la banalidad del sufrimiento, le conduce hacia la compresión y la importancia del cumplimiento del deber cotidiano, minuto a minuto, cada día, es un día ganado.
Parece que Frankl, nos da un eslogan, una especie de mandato… nos confundimos. No es que se deba vivir en el presente. Nadie ha podido vivir fuera de él, nadie ha vivido un segundo de pasado ni de futuro, intentándolo, solo conseguiríamos vivir un segundo de recuerdo o de anticipación. Vivir en el presente no es un ideal, que debe lograrse. Es la sola verdad de vivir a la que tenemos acceso. Ello es difícil -es más un ejercicio espiritual que la rutina de nuestra vida diaria -actuar contemplando, o contemplar actuando. No son dos tiempos diferentes, más dos formas diferentes de habitar el único tiempo real, que es la eternidad del presente. Pienso que esa, es la mejor descripción del significado del sentido de la vida en Viktor Frankl.
Frankl nos enseña que: Cuando hay que enfrentarse a una situación inevitable, inapelable e irrevocable (una enfermedad incurable, un cáncer terminal), la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo: aceptar el sufrimiento. El valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud, la disposición para enfrentarse a él, en la capacidad de soportarlo.
Con riesgo de equivocarme, me atrevería a afirmar que, aun en las peores condiciones, no existe en el mundo nada mejor para ayudarnos a sobrevivir, que la toma de conciencia de que, si la vida esconde un sentido, éste consiste únicamente en vivirla. Nietzsche nos hace saber: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo… Vivir es sufrir, sobrevivir es encontrar algo significativo en el sufrimiento“. Yo pienso que hay mucha sabiduría es estas palabras, son un motor muy válido para esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena.
El sufrimiento no es necesario para otorgar sentido a la vida: El sentido es posible sin sufrimiento. Para que el sufrimiento confiera un sentido, éste ha de ser inevitable, completamente necesario. El sufrimiento evitable debe combatirse con los remedios oportunos; no hacerlo sería masoquismo, no heroísmo.
“A veces la existencia no nos permite desempeñar el trabajo deseado y disfrutar de la vida, pero nunca nos puede arrebatar el sufrimiento inevitable. Al aceptarlo con entereza, la vida mantiene su sentido hasta el último instante y lo conlleva hasta el final, en su sentido más literal. Dicho de otra forma, el sentido de la vida es incondicional, pues incluye también el sentido del sufrimiento ineludible". Viktor Frankl
“Es algo tierno la vida, y fácil de dañar… “M. Montaigne
Ante los desgarros, naufragios, derrotas… de la vida, ¿cómo vivir?, ¿cómo ver la realidad?, ¿cómo intentar aceptarla?, la vida ¿tiene sentido, merece la pena?, ¿cómo aceptar los sufrimientos, la enfermedad y nuestra condición de mortales?, ¿somos capaces? La muerte es el misterio último, lo que hace toda nuestra vida misteriosa. La muerte ¿es el objetivo o el fin de la vida?, ¿existe algo detrás, o solo vacío, ausencia, nada…?Torbellino de incertezas que puede producir consecuencias nocivas, un desierto interior que nos arrastra hacia una amarga sensación que denominamos “vacío existencial “.
El vacío existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. Hoy entendemos mejor a Schopenhauer cuando decía que “la humanidad está condenada a oscilar eternamente entre el sufrimiento y el aburrimiento“. Con frecuencia, no sabemos como comportarnos ante el hastío. No pocos suicidios se originan en este vacío existencial. Por ello hacemos lo que los demás hacen (conformismo) o hacemos lo que otras personas quieren que hagamos (totalitarismo). Y si consideramos que este vacío es una buena excusa, entonces se comprenden mejor las tasas de alcoholismo, la delincuencia juvenil, las depresiones, los ansiolíticos, las drogas…
Ante la finalidad, ante la muerte, ¿cuál es el sentido de la vida? Dudo que haya algún médico, sacerdote, pastor o filósofo que pueda responder a esta pregunta con nociones generales, pues el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día a otro y de una hora a otra. Por lo tanto, lo que importa no son las formulaciones abstractas, sino el sentido concreto de la vida de un individuo en un momento dado. Cada uno tiene una misión o un cometido que cumplir. Por lo tanto, es único, no puede ser remplazado en su función, ni su vida puede repetirse: su tarea es única como es única la oportunidad de realizarla.
En ultima instancia, el hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien la vida le interroga. Lo imperativo no es lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros. De otra forma, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y éste contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia vida. Solo con la responsabilidad personal se puede contestar a la vida. La esencia de la existencia consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le plantea en cada situación particular. Ello enfrenta al hombre con la finitud de la vida y con su finalidad personal y existencial. De otra forma, lo fuerza a elegir por qué, de qué o ante quién se siente responsable.
Ante la muerte, ¿Qué sentido tiene la vida? Interrogante último, inefable, imposible, más necesario, pues nuestra vida quedará determinada por el nivel de la respuesta que le podamos dar, de ésta dependerá la aceptación serena de la muerte. Para apreciar y vivir mejor la vida es imperativo pensar la muerte, pues aceptar la muerte, es ser fiel a la vida. Mas si la vida es el intervalo entre dos nadas, la nada de donde provenimos y la nada a la que nos dirigimos, ¿qué sentido tiene ésta?
Inconmensurable “sentido “
La noción de sentido es una de las más difíciles de entender. La palabra sentido en español, en sií misma, posee sentidos diferentes. Digamos, simplificando un poco, que hay tres principales:
El primero, designa un órgano sensorial: los cinco sentidos / la vista, el oído, el gusto, el olfato yel tacto / éstos son cinco ventanas abiertas hacia el mundo, que nos permiten percibirlo.
El segundo, más bien denomina un pensamiento o una comunicación: el sentido de una palabra o un discurso, en otras palabras, su significación.
En fin, la palabra sentido puede designar la dirección, la orientación, el objetivo: sentido de un río, de un tejido, de una circulación (por ejemplo, “sentido único) en este caso, no se trata de sentir ni de comprender, mas de avanzar o de orientarse. Por lo tanto, tres sentidos principales: la sensación, la significación, la dirección.
Esto evidentemente complica la noción. Cuando nos preguntamos si la vida tiene sentido, no pensamos mucho en la sensación que de ella tenemos, tampoco sobre su dirección, hacia dónde va, no su significación mas su objetivo. Es posible que la cuestión “sentido de la viva”, vehicule una gran confusión, no solamente la palabra sentido tiene sentidos diferentes, mas, en cada una de sus extensiones, el concepto sentido, siempre nos dirige hacia otra cosa exterior a sí mismo.
Mas in fine, la vida, ¿por qué debería tener uno? ¿Qué puede decirnos la vida o hacia qué objetivo nos dirige, ya que no hay meta ni significado excepto que en ella? “La vida no es un discurso a comprender, ni un síntoma a interpretar, tampoco una obra a perfeccionar, ni una carrera a ganar, ni un acto que debería tener éxito. Además, ¿quién no puede vivir mientras esta vivo?, y ¿quién tiene éxito cuando muere?“ André Compte Sponville. La buena pregunta no es interrogarse si la vida tiene un significado o un sentido, sino más bien, si ella vale la pena de vivirla o no. ¿Sentido o valor?
El sentido es el objeto de un entendimiento o comprensión, ahora bien, comprender o interpretar un acto, nunca ha sido suficiente para otorgarle valor, puesto que cualquier objeto tiene valor solo en proporción al deseo o al amor que manifestemos por él. El valor es la sustancia, motivo o centro de una evaluación, de un deseo o de un amor. Sentido y valor, los dos pueden ir de la mano, pero también por separado, un paisaje, una flor o una composición musical, no necesitan tener un significado para tener el valor de ser bellas. Ángelus Silesius nos decía: “La rosa no tiene un porque, florece porque florece, no se preocupa por sí misma, no quiere ser vista…“ La rosa no tiene sentido. Ello no impide en ninguna manera el ser bella, dicho de otra manera, de tener un valor para nosotros.
Por lo tanto, el problema no es el saber si la vida tiene sentido o no, sino más bien, conocer si la amamos lo suficiente como para que valga la pena vivirla. Incluso si la vida es poseedora de sentido (cuando hablamos o actuamos), ello nunca será suficiente para otorgarle un sentido global, aun menos, concederle un valor. Solo el amor lo puede. La noción espinosista dice lo esencial: no es el sentido el que es amable; es el amor lo que da sentido.:“No es porque sea buena la vida, que debamos amarla, es para que lo sea “.
Y para que lo sea, pasa por un intento de ver las cosas como verdaderamente son y, así aprender a vivir, meditar la vida, su brevedad, su fragilidad, su finitud, para comprender, aceptar, durar, perdurar, resistir y sobrevivir al sufrimiento. Aceptar la enfermedad, aceptar aquello que no depende de nosotros y hacer lo que depende (Epíteto).“ El hombre debe aprender a soportar pacientemente lo que no puede evitar debidamente“. (M. Montaigne). Se trata de aprender a vivir para aprender a morir, de vivir de forma mas lúcida, más sabia, de habitar el presente para vivir intensamente la vida, en lugar de esperar vivirla.
Pensar mejor para vivir mejor
En nuestras vidas que pasan, que continúan, que avanzan, todos tenemos momentos de tristeza, de depresión, de angustia, de abismo, desgarros… Cuando todo se complica, que todo va mal, es bueno detenerse, al menos no hacer nada, esperar hasta que se calme, hasta que salgamos poco a poco de la angustia, la ansiedad, la tristeza… Y cuando todo va bien, aun es más dulce el detenerse, de no hacer otra cosa que el aprovecharse y beneficiarse de esos momentos, degustando la vida que viene, que se va, que fluye lentamente, dulcemente, voluptuosamente…
¿La soledad, el cansancio, la melancolía, la finitud?, todo ello, hace parte de nuestras vidas. Como el placer, el amor, la alegría, la calma, la paz, la felicidad… hay que aceptarlo todo, felicidad e infelicidad, enfermedad y salud, depresión y serenidad, trabajo y reposo, a pesar del cansancio, a pesar de la angustia, pues la vida con su realidad, o la tomamos o la rechazamos, ello implica lucidez para comprender que nuestros problemas existenciales tienen su explicación en un extraordinario desconocimiento de nosotros mismos y de los demás. Se trata de conocernos mejor, al menos un poco menos mal, de descubrir quiénes somos, ello es la piedra angular de nuestras vidas y de nuestra felicidad. Pues la felicidad, es un estado interior, y por ello, no depende de lo que tienes sino de lo que eres. En otras palabras; “Vive como piensas o acabarás pensando como vives “, (Refranero)
¿La felicidad?, la experimentamos cuando los días son agradables, relajados, serenos, cuando éstos están dedicados al amor, al placer de vivir más que al miedo a morir, dedicados a la ligereza de estar juntos, más que al peso de estar solos, a la potencia de existir como nos dice Spinoza, más que al gusto de la nada. Pienso que esta actitud se parece a una sabiduría, y en el fondo es una. Ello se asemeja a la felicidad y, quizás sea la única que nos es accesible.
Si vivir es solucionar los problemas de la existencia, mismo si ello significa caminar al borde del volcán, ello no dispensa el intento de hacerlo para salvar la piel. Es el espíritu de Spinoza: “conocer, comprender y actuar “, para obtener el máximo de felicidad cuando ello es posible y, intentar soportar el no serlo cuando esta falta, para aguantar y sobrellevar el sufrimiento, para pensar y, para vivir un poco mejor o un poco menos mal.Esaesnuestra gran tarea, pues nadie puede pensar, amar, vivir, gozar, sufrir o morir en nuestro lugar.
Tenemos la vida que nos construimos, ella es el resultado de nuestros actos, pensamientos, comportamientos… es una cuestión de responsabilidad. Me objetaréis que esto es fácil de decir y, yo no tengo el modo de empleo, pienso que nadie posee el mapa que mencione dónde esta, ni dónde va, ni cuál es el rumbo, ni las dificultades del mismo. Estamos perdidos y, de nada sirve buscar una respuesta fuera, de preguntar a alguien, porque nadie nos puede ayudar, la respuesta no está fuera, se encuentra dentro de cada uno. Para unos será solo una meta donde llegar para: Disfrutar, obtener poder, dinero, o cumplir una misión; para otros, será un rumbo, un horizonte en el cual transcender, para que otros se aprovechen de lo que otros nos transmitieron o enseñaron, para que nuestro recuerdo quede vivo.
Concluyendo
“Toda vida es dolor “, decía Bouddha. Mas también enseñó los medios para librarse de él (la sabiduría). Ello no impedirá el sufrimiento, ya que estamos vivos, ya que somos mortales, ya que no somos sabios. “Pero el sufrimiento no impide el beneficio de vivir -solo los vivos sufren-, ni de amar la vida, mientras encontremos al menos un poco de placer. ¿Y cuando no lo encontramos? Entonces tal vez, es hora de morir, si se quiere, si se puede. Todo dolor, todo sufrimiento cesa, allí donde van todos. Sin embargo, esto, que también suprimirá los placeres, no prueba nada en contra de ellos. Los amantes que se disfrutan mutualmente lo saben. Este placer efímero, la muerte misma, que lo borrará, no podrá quitárselo”. André Compte Sponville.
Qué dirección dar a nuestra existencia. Para unos, esto no tiene sentido, porque no existe objetivo, la vida es un azar, es una aparición espontánea; para otros, al contrario, la vida tiene un objetivo predefinido, una finalidad, una inteligencia creadora, un creador; finalmente, una tercera visión es posible, es la cuestión del valor que damos a nuestra existencia. La vida, digamos lo que digamos, es una ocasión de aprender, es una ocasión de aprender a librarse, a no ser esclavo de nuestras emociones, ni de nuestros egos, tampoco de nuestras pasiones tristes (Spinoza), con el fin de encontrar la paz y la serenidad, ello nos permitirá, como dice Montaigne, el aceptar la muerte, la nuestra y, también la de los otros: mas aceptar la muerte no significa rechazar la vida, ello sería suicidio.
Aprender a morir conlleva el aprender a vivir, sobre todo, antes que sea demasiado tarde. El riesgo cero es no haber nacido o ya estar muerto. Vivamos prudentemente, sin dejarnos paralizar por el sufrimiento, el miedo o la muerte. “Caminar con confianza en esta vida“, como dijo Descartes, no es correr hacia el precipicio. Pero tampoco quedarse en la cama esperando la muerte. Si filosofar es aprender a morir (Platón), el objetivo imperativo de la vida, es aceptar lo ineluctable, la muerte y, cuando estemos preparados a morir, a aceptar la muerte, entonces finalmente, consideraremos haber vivido bien, intensamente, mas en la calma de nuestro paso por el tiempo. Pues, antes de reposar en paz, es mejor vivir en paz.
A pesar de la consciente amenaza del sufrimiento y de la muerte, el objetivo de la vida es, justamente, el encontrar la paz, armonizada ésta, con todos aquellos valores que llenen de sentido la vida. Aceptar la realidad de vida es el rumbo; la paz y la calma su meta, la muerte su horizonte y su aceptación su sentido.
F. Nietzsche: “Disfrutar de nuestra alegría, no sufrir de nuestro sufrimiento… “.
Unos apuntes, a modo de respuesta al brillante artículo de Doña Mercedes Unzeta Gullón. “El sentido de la vida “
Bouddha en el sarvam dukkham, nos hace saber que: “Toda vida es dolor, el nacimiento es dolor, la vejez es dolor, la enfermedad es dolor, la muerte es dolor, la separación de las personas amadas es dolor, no poder obtener lo que se desea es dolor “
¿Visión pesimista y desesperanzadora de la vida? Sea, más todos y cada uno, en su interioridad experimenta en sus vivencias: indiferencia, angustia, sufrimiento, también serenidad, calma, felicidad. Ello depende de los días o las horas, depende del tiempo, de la época… Existen momentos en los que la toma de conciencia, es tan claramente consciente de no ser nada, que dejamos de sufrir. Son los días santificados de indiferencia. Luego, los días grises de otoño, tardes morosas, inviernos sin luz, a los cuales nos resignamos mal, pues creyendo ser alguien, nos enojamos por ser tan poco.Desesperanza, soledad: solo amamos nuestros sueños, solo somos amados en el adormecimiento de nuestras ilusiones.
Imperiosa realidad
Si corremos el espeso velo con el que cubrimos nuestras vidas, nos topamos inevitablemente con el muro existencial al que el ser humano se confronta, este infranqueable muro, inmediatamente nos desvela una gran aflicción; la consternación ante la existencia a la que todo sufrimiento humano finalmente nos destina, la realidad trágica de la vida, la muerte. Por ello, la mayoría de los humanos, intentamos no ver o mirar hacia otro lado y, para disimular esta verdad, instalamos una forma de filtros de olvido (Clément Rosset) esperando así, lograr ahorrarnos una representación lúcida, es decir, trágica y pesimista de la realidad.
De esta vibración del comportamiento humano, sobre todo ante el dolor, ante el sufrimiento, se desprenden conductas diversas, múltiples y variadas, aunque sus efectos sobre el psiquismo inciden en tres orientaciones: unos tratan de mirar para otro lado, no lo quieren ver, no lo aceptan o lo niegan. Otros se abaten, se degradan, se deprimen, se drogan, se suicidan. Mientras que otros, se enfrentan a él, le otorgan un sentido y parecen madurar interiormente.
Aplicando la filosofía de Espinoza sobre el determinismo, en una frase:“vivir, es desear vivir“ lo que también llamamos instinto de vida, o rechazo de la muerte, así, sin rodeos ni lirismo, se puede deducir que no es el sufrimiento en sí mismo el que madura o enturbia al hombre, es el hombre el que determina y da un sentido al sufrimiento, en su deseo de perdurar, de vivir.
Una existencia extraordinaria
De ser así, ello otorgaría razón a la gran lección que nos enseña Viktor Frankl ante sus vivencias de deportación en los campos de exterminio nazis: “El sufrimiento, en cierto modo, deja de ser sufrimiento cuando encuentra un sentido… “ (V. Frank. El hombre en busca de sentido)
El concepto frankliano de sentido de la vida no se sitúa tanto en el análisis intelectual de la existencia, sino más bien, en el plano del comportamiento; es algo cercano, concreto: es más “una cuestión de hecho que de fe “. Frankl, ante la espera de subir al camión y la certeza de una muerte cercana, ruega a su camarada Otto, custodiar su ultima voluntad:
“Escucha Otto, si no regreso a casa con mi mujer y tú la vuelves a ver, dile, en primer lugar, que hablábamos de ella todos los días…, en segundo lugar dile que la he amado más que a nadie en el mundo, recuérdalo y, en tercer lugar, que el breve tiempo de felicidad de nuestro matrimonio me ha compensado de todo, incluso del sufrimiento que aquí hemos tenido que soportar “.
¡Eso es el sentido para V. Frankl! Esa última voluntad perdería valor de autenticidad si se interpretara únicamente en clave emocional o sentimental. No, este sentido de la vida es más ordinario, más natural, amores, amistades, proyectos, obligaciones, ilusiones, nostalgias…, todo aquello capaz de ser utilizado como palanca para la acción concreta y cotidiana. Y son precisamente, esas acciones concretas y cotidianas las que completan el sentido de la vida, el día a día de una vida. “No hay nada en el mundo que sea tan capaz de consolar a una persona de las fatigas internas o externas como el tener conocimiento de un deber especifico, de un sentido concreto, no en el conjunto de su vida, sino aquí y ahora, en la situación concreta que se encuentra“.
Frankl, analizando las excepcionalmente brutales condiciones de los prisioneros del campo de concentración, resalta la importancia psicológica de lo cotidiano, y lo ordinario. Pues el hombre se determina a sí mismo, no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia, en qué se convertirá en el próximo minuto. Paradójicamente, la experiencia de tanta atrocidad en la banalidad del sufrimiento, le conduce hacia la compresión y la importancia del cumplimiento del deber cotidiano, minuto a minuto, cada día, es un día ganado.
Parece que Frankl, nos da un eslogan, una especie de mandato… nos confundimos. No es que se deba vivir en el presente. Nadie ha podido vivir fuera de él, nadie ha vivido un segundo de pasado ni de futuro, intentándolo, solo conseguiríamos vivir un segundo de recuerdo o de anticipación. Vivir en el presente no es un ideal, que debe lograrse. Es la sola verdad de vivir a la que tenemos acceso. Ello es difícil -es más un ejercicio espiritual que la rutina de nuestra vida diaria -actuar contemplando, o contemplar actuando. No son dos tiempos diferentes, más dos formas diferentes de habitar el único tiempo real, que es la eternidad del presente. Pienso que esa, es la mejor descripción del significado del sentido de la vida en Viktor Frankl.
Frankl nos enseña que: Cuando hay que enfrentarse a una situación inevitable, inapelable e irrevocable (una enfermedad incurable, un cáncer terminal), la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo: aceptar el sufrimiento. El valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud, la disposición para enfrentarse a él, en la capacidad de soportarlo.
Con riesgo de equivocarme, me atrevería a afirmar que, aun en las peores condiciones, no existe en el mundo nada mejor para ayudarnos a sobrevivir, que la toma de conciencia de que, si la vida esconde un sentido, éste consiste únicamente en vivirla. Nietzsche nos hace saber: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo… Vivir es sufrir, sobrevivir es encontrar algo significativo en el sufrimiento“. Yo pienso que hay mucha sabiduría es estas palabras, son un motor muy válido para esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena.
El sufrimiento no es necesario para otorgar sentido a la vida: El sentido es posible sin sufrimiento. Para que el sufrimiento confiera un sentido, éste ha de ser inevitable, completamente necesario. El sufrimiento evitable debe combatirse con los remedios oportunos; no hacerlo sería masoquismo, no heroísmo.
“A veces la existencia no nos permite desempeñar el trabajo deseado y disfrutar de la vida, pero nunca nos puede arrebatar el sufrimiento inevitable. Al aceptarlo con entereza, la vida mantiene su sentido hasta el último instante y lo conlleva hasta el final, en su sentido más literal. Dicho de otra forma, el sentido de la vida es incondicional, pues incluye también el sentido del sufrimiento ineludible". Viktor Frankl
“Es algo tierno la vida, y fácil de dañar… “M. Montaigne
Ante los desgarros, naufragios, derrotas… de la vida, ¿cómo vivir?, ¿cómo ver la realidad?, ¿cómo intentar aceptarla?, la vida ¿tiene sentido, merece la pena?, ¿cómo aceptar los sufrimientos, la enfermedad y nuestra condición de mortales?, ¿somos capaces? La muerte es el misterio último, lo que hace toda nuestra vida misteriosa. La muerte ¿es el objetivo o el fin de la vida?, ¿existe algo detrás, o solo vacío, ausencia, nada…?Torbellino de incertezas que puede producir consecuencias nocivas, un desierto interior que nos arrastra hacia una amarga sensación que denominamos “vacío existencial “.
El vacío existencial se manifiesta sobre todo en un estado de tedio. Hoy entendemos mejor a Schopenhauer cuando decía que “la humanidad está condenada a oscilar eternamente entre el sufrimiento y el aburrimiento“. Con frecuencia, no sabemos como comportarnos ante el hastío. No pocos suicidios se originan en este vacío existencial. Por ello hacemos lo que los demás hacen (conformismo) o hacemos lo que otras personas quieren que hagamos (totalitarismo). Y si consideramos que este vacío es una buena excusa, entonces se comprenden mejor las tasas de alcoholismo, la delincuencia juvenil, las depresiones, los ansiolíticos, las drogas…
Ante la finalidad, ante la muerte, ¿cuál es el sentido de la vida? Dudo que haya algún médico, sacerdote, pastor o filósofo que pueda responder a esta pregunta con nociones generales, pues el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un día a otro y de una hora a otra. Por lo tanto, lo que importa no son las formulaciones abstractas, sino el sentido concreto de la vida de un individuo en un momento dado. Cada uno tiene una misión o un cometido que cumplir. Por lo tanto, es único, no puede ser remplazado en su función, ni su vida puede repetirse: su tarea es única como es única la oportunidad de realizarla.
En ultima instancia, el hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien la vida le interroga. Lo imperativo no es lo que esperamos de la vida, sino lo que la vida espera de nosotros. De otra forma, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y éste contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia vida. Solo con la responsabilidad personal se puede contestar a la vida. La esencia de la existencia consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le plantea en cada situación particular. Ello enfrenta al hombre con la finitud de la vida y con su finalidad personal y existencial. De otra forma, lo fuerza a elegir por qué, de qué o ante quién se siente responsable.
Ante la muerte, ¿Qué sentido tiene la vida? Interrogante último, inefable, imposible, más necesario, pues nuestra vida quedará determinada por el nivel de la respuesta que le podamos dar, de ésta dependerá la aceptación serena de la muerte. Para apreciar y vivir mejor la vida es imperativo pensar la muerte, pues aceptar la muerte, es ser fiel a la vida. Mas si la vida es el intervalo entre dos nadas, la nada de donde provenimos y la nada a la que nos dirigimos, ¿qué sentido tiene ésta?
Inconmensurable “sentido “
La noción de sentido es una de las más difíciles de entender. La palabra sentido en español, en sií misma, posee sentidos diferentes. Digamos, simplificando un poco, que hay tres principales:
El primero, designa un órgano sensorial: los cinco sentidos / la vista, el oído, el gusto, el olfato yel tacto / éstos son cinco ventanas abiertas hacia el mundo, que nos permiten percibirlo.
El segundo, más bien denomina un pensamiento o una comunicación: el sentido de una palabra o un discurso, en otras palabras, su significación.
En fin, la palabra sentido puede designar la dirección, la orientación, el objetivo: sentido de un río, de un tejido, de una circulación (por ejemplo, “sentido único) en este caso, no se trata de sentir ni de comprender, mas de avanzar o de orientarse. Por lo tanto, tres sentidos principales: la sensación, la significación, la dirección.
Esto evidentemente complica la noción. Cuando nos preguntamos si la vida tiene sentido, no pensamos mucho en la sensación que de ella tenemos, tampoco sobre su dirección, hacia dónde va, no su significación mas su objetivo. Es posible que la cuestión “sentido de la viva”, vehicule una gran confusión, no solamente la palabra sentido tiene sentidos diferentes, mas, en cada una de sus extensiones, el concepto sentido, siempre nos dirige hacia otra cosa exterior a sí mismo.
Mas in fine, la vida, ¿por qué debería tener uno? ¿Qué puede decirnos la vida o hacia qué objetivo nos dirige, ya que no hay meta ni significado excepto que en ella? “La vida no es un discurso a comprender, ni un síntoma a interpretar, tampoco una obra a perfeccionar, ni una carrera a ganar, ni un acto que debería tener éxito. Además, ¿quién no puede vivir mientras esta vivo?, y ¿quién tiene éxito cuando muere?“ André Compte Sponville. La buena pregunta no es interrogarse si la vida tiene un significado o un sentido, sino más bien, si ella vale la pena de vivirla o no. ¿Sentido o valor?
El sentido es el objeto de un entendimiento o comprensión, ahora bien, comprender o interpretar un acto, nunca ha sido suficiente para otorgarle valor, puesto que cualquier objeto tiene valor solo en proporción al deseo o al amor que manifestemos por él. El valor es la sustancia, motivo o centro de una evaluación, de un deseo o de un amor. Sentido y valor, los dos pueden ir de la mano, pero también por separado, un paisaje, una flor o una composición musical, no necesitan tener un significado para tener el valor de ser bellas. Ángelus Silesius nos decía: “La rosa no tiene un porque, florece porque florece, no se preocupa por sí misma, no quiere ser vista…“ La rosa no tiene sentido. Ello no impide en ninguna manera el ser bella, dicho de otra manera, de tener un valor para nosotros.
Por lo tanto, el problema no es el saber si la vida tiene sentido o no, sino más bien, conocer si la amamos lo suficiente como para que valga la pena vivirla. Incluso si la vida es poseedora de sentido (cuando hablamos o actuamos), ello nunca será suficiente para otorgarle un sentido global, aun menos, concederle un valor. Solo el amor lo puede. La noción espinosista dice lo esencial: no es el sentido el que es amable; es el amor lo que da sentido.:“No es porque sea buena la vida, que debamos amarla, es para que lo sea “.
Y para que lo sea, pasa por un intento de ver las cosas como verdaderamente son y, así aprender a vivir, meditar la vida, su brevedad, su fragilidad, su finitud, para comprender, aceptar, durar, perdurar, resistir y sobrevivir al sufrimiento. Aceptar la enfermedad, aceptar aquello que no depende de nosotros y hacer lo que depende (Epíteto).“ El hombre debe aprender a soportar pacientemente lo que no puede evitar debidamente“. (M. Montaigne). Se trata de aprender a vivir para aprender a morir, de vivir de forma mas lúcida, más sabia, de habitar el presente para vivir intensamente la vida, en lugar de esperar vivirla.
Pensar mejor para vivir mejor
En nuestras vidas que pasan, que continúan, que avanzan, todos tenemos momentos de tristeza, de depresión, de angustia, de abismo, desgarros… Cuando todo se complica, que todo va mal, es bueno detenerse, al menos no hacer nada, esperar hasta que se calme, hasta que salgamos poco a poco de la angustia, la ansiedad, la tristeza… Y cuando todo va bien, aun es más dulce el detenerse, de no hacer otra cosa que el aprovecharse y beneficiarse de esos momentos, degustando la vida que viene, que se va, que fluye lentamente, dulcemente, voluptuosamente…
¿La soledad, el cansancio, la melancolía, la finitud?, todo ello, hace parte de nuestras vidas. Como el placer, el amor, la alegría, la calma, la paz, la felicidad… hay que aceptarlo todo, felicidad e infelicidad, enfermedad y salud, depresión y serenidad, trabajo y reposo, a pesar del cansancio, a pesar de la angustia, pues la vida con su realidad, o la tomamos o la rechazamos, ello implica lucidez para comprender que nuestros problemas existenciales tienen su explicación en un extraordinario desconocimiento de nosotros mismos y de los demás. Se trata de conocernos mejor, al menos un poco menos mal, de descubrir quiénes somos, ello es la piedra angular de nuestras vidas y de nuestra felicidad. Pues la felicidad, es un estado interior, y por ello, no depende de lo que tienes sino de lo que eres. En otras palabras; “Vive como piensas o acabarás pensando como vives “, (Refranero)
¿La felicidad?, la experimentamos cuando los días son agradables, relajados, serenos, cuando éstos están dedicados al amor, al placer de vivir más que al miedo a morir, dedicados a la ligereza de estar juntos, más que al peso de estar solos, a la potencia de existir como nos dice Spinoza, más que al gusto de la nada. Pienso que esta actitud se parece a una sabiduría, y en el fondo es una. Ello se asemeja a la felicidad y, quizás sea la única que nos es accesible.
Si vivir es solucionar los problemas de la existencia, mismo si ello significa caminar al borde del volcán, ello no dispensa el intento de hacerlo para salvar la piel. Es el espíritu de Spinoza: “conocer, comprender y actuar “, para obtener el máximo de felicidad cuando ello es posible y, intentar soportar el no serlo cuando esta falta, para aguantar y sobrellevar el sufrimiento, para pensar y, para vivir un poco mejor o un poco menos mal.Esaesnuestra gran tarea, pues nadie puede pensar, amar, vivir, gozar, sufrir o morir en nuestro lugar.
Tenemos la vida que nos construimos, ella es el resultado de nuestros actos, pensamientos, comportamientos… es una cuestión de responsabilidad. Me objetaréis que esto es fácil de decir y, yo no tengo el modo de empleo, pienso que nadie posee el mapa que mencione dónde esta, ni dónde va, ni cuál es el rumbo, ni las dificultades del mismo. Estamos perdidos y, de nada sirve buscar una respuesta fuera, de preguntar a alguien, porque nadie nos puede ayudar, la respuesta no está fuera, se encuentra dentro de cada uno. Para unos será solo una meta donde llegar para: Disfrutar, obtener poder, dinero, o cumplir una misión; para otros, será un rumbo, un horizonte en el cual transcender, para que otros se aprovechen de lo que otros nos transmitieron o enseñaron, para que nuestro recuerdo quede vivo.
Concluyendo
“Toda vida es dolor “, decía Bouddha. Mas también enseñó los medios para librarse de él (la sabiduría). Ello no impedirá el sufrimiento, ya que estamos vivos, ya que somos mortales, ya que no somos sabios. “Pero el sufrimiento no impide el beneficio de vivir -solo los vivos sufren-, ni de amar la vida, mientras encontremos al menos un poco de placer. ¿Y cuando no lo encontramos? Entonces tal vez, es hora de morir, si se quiere, si se puede. Todo dolor, todo sufrimiento cesa, allí donde van todos. Sin embargo, esto, que también suprimirá los placeres, no prueba nada en contra de ellos. Los amantes que se disfrutan mutualmente lo saben. Este placer efímero, la muerte misma, que lo borrará, no podrá quitárselo”. André Compte Sponville.
Qué dirección dar a nuestra existencia. Para unos, esto no tiene sentido, porque no existe objetivo, la vida es un azar, es una aparición espontánea; para otros, al contrario, la vida tiene un objetivo predefinido, una finalidad, una inteligencia creadora, un creador; finalmente, una tercera visión es posible, es la cuestión del valor que damos a nuestra existencia. La vida, digamos lo que digamos, es una ocasión de aprender, es una ocasión de aprender a librarse, a no ser esclavo de nuestras emociones, ni de nuestros egos, tampoco de nuestras pasiones tristes (Spinoza), con el fin de encontrar la paz y la serenidad, ello nos permitirá, como dice Montaigne, el aceptar la muerte, la nuestra y, también la de los otros: mas aceptar la muerte no significa rechazar la vida, ello sería suicidio.
Aprender a morir conlleva el aprender a vivir, sobre todo, antes que sea demasiado tarde. El riesgo cero es no haber nacido o ya estar muerto. Vivamos prudentemente, sin dejarnos paralizar por el sufrimiento, el miedo o la muerte. “Caminar con confianza en esta vida“, como dijo Descartes, no es correr hacia el precipicio. Pero tampoco quedarse en la cama esperando la muerte. Si filosofar es aprender a morir (Platón), el objetivo imperativo de la vida, es aceptar lo ineluctable, la muerte y, cuando estemos preparados a morir, a aceptar la muerte, entonces finalmente, consideraremos haber vivido bien, intensamente, mas en la calma de nuestro paso por el tiempo. Pues, antes de reposar en paz, es mejor vivir en paz.
A pesar de la consciente amenaza del sufrimiento y de la muerte, el objetivo de la vida es, justamente, el encontrar la paz, armonizada ésta, con todos aquellos valores que llenen de sentido la vida. Aceptar la realidad de vida es el rumbo; la paz y la calma su meta, la muerte su horizonte y su aceptación su sentido.
F. Nietzsche: “Disfrutar de nuestra alegría, no sufrir de nuestro sufrimiento… “.